¿Qué salvamos del año pasado? Las estrategias de los padres para armar la mochila

Nota: La Nación 14/2/20 Por: Evangelina Himitian Apenas le dio tiempo a sacarse las ojotas y a desarmar los bolsos de las vacaciones. Gabriela Oyola, de 42 años y madre […]

Nota: La Nación
14/2/20

Por: Evangelina Himitian

Apenas le dio tiempo a sacarse las ojotas y a desarmar los bolsos de las vacaciones. Gabriela Oyola, de 42 años y madre por dos, desembarcó en la ciudad hace cuatro días y ya se puso a trabajar en esa lista de pendientes con la que se fue a la costa: la de las mochilas y los uniformes de los chicos. Claro que el aumento de precios de la canasta escolar la llevó a echar mano de la estrategia que están usando cada vez más madres, crisis mediante: ” Primero miramos lo que quedó del año pasado, revisamos lo que se salvó y compramos solo lo que nos falta”, confía.

No es para menos: este año, volver al aula sale entre un 50 y un 60% más que el año pasado, según un informe de la asociación Consumidores Libres. Los productos de la canasta escolar tuvieron un aumento del 52% y los uniformes y guardapolvos subieron más del 56%, detalla Héctor Polino, representante legal de la asociación, con una lista de 33 productos relevados. Los cuadernos y los lápices de colores de madera son los que más subieron.

Si un cuaderno forrado de 84 hojas de 90 gramos tapa dura costaba 185 pesos el año pasado, este año, vale unos 290 pesos. Los lápices de madera subieron un 70%: de 100 pesos a 170 pesos en un año. Y la lista sigue: un repuesto de 90 hojas para carpeta pasó de 165 pesos a 230; la voligoma, de 25 pesos a 49 pesos, con un aumento del 97%. Para completar una mochila con esta lista de 33 productos este año hay que gastar unos 3020 pesos, mientras que el año pasado el gasto era de 1987 pesos. Las mochilas en sí mismas no se incluyeron en este listado, porque según la calidad pueden salir desde 600 pesos hasta unos 4400 pesos.

En los colegios privados, donde la lista suele ser más larga aún, armar la mochila puede llegar a los 6000 pesos y después habrá que sumarles los interminables pedidos de libros, cuadernillos, uniformes y equipos “estrafalarios” como un violín o un equipo de esgrima.

 

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Fuente: Asociación Consumidores Libres

 

“Sólo lo que nos falta”

“Este año, apenas volví de las vacaciones me dediqué a armar las mochilas, aprovechando que los chicos se quedaron unos días en la playa con los abuelos. Me bajé las listas y tomé la decisión de revisar y solo comprar lo que no está en condiciones. Para Ignacio, de 10 años, la mochila será la misma. Y estoy revisando la cartuchera. Ahí estoy complicada porque pierde todo cada 15 días, pero este año reforzaremos con él la importancia de cuidar los últiles porque los aumentos se sienten en todos los rubros”, dice Gabriela. Para Pablo, el mayor, que tiene 14 años, las compras son menores, porque es muy cuidadoso. “Compré algunas carpetas, hojas nos quedaron del año pasado. Además usaremos el kit escolar que le dan a mi marido en el trabajo. De uniformes, solo compro las chombas, para que tengan una nueva para los actos. Lo demás, pasa de año con ellos”, dice.

No es la única. Los aumentos de precios llevaron a la mayoría de las madres a organizar estrategias: desde las compras colectivas de útiles y libros, las compras en mayoristas en la zona de Once y o en Caseros; hasta las ferias de usados, donde se compran y venden desde uniformes hasta libros, organizadas por los padres o por los mismos colegios.

Este año, para los útiles que más se pierden se eligen segundas marcas, y a la hora de comprar mochilas y cartucheras, los padres están dispuestos a gastar un poco más, para que les dure, explican a LA NACION desde la cadena de librerías Staples. ¿Qué otras estrategias se usan? Para algunos, el método es comprar antes: este año crecieron un 10% las ventas anticipadas en diciembre, cuando se anunció que se congelaban los precios durante ese mes. De todas formas, el 75% de las familias prefiere dejar para ocuparse de las mochilas recién a partir del 10 de febrero.

” Este año, reciclamos”. Así define Viviana Gross cómo es el armado de la mochila de su hijo Tomás, que arranca en quinto grado en el colegio Santa Ana de Pacheco. Las carpetas se salvaron, todo el ejército de lápices sueltos que andaban dando vueltas por la casa se reunieron en la cartuchera recuperada del año pasado. “Nosotros, todos los años comprábamos todo nuevo. Este año, cuando fuimos a averiguar por las mochilas, nos quedamos sorprendidos. Y nació de mi propio hijo la idea”, cuenta. Tomás, que no suele manejar dinero estaba sorprendido por los aumentos. “No, es un montón de plata”, le dijo a la madre. Y le propuso por qué no lavaban y ponían a punto la mochila del año pasado, y que la cartuchera todavía podía servir.

“Compramos unas lapiceras, lavamos la mochila y quedó perfecta. Este año, vuelve a rodar”, cuenta. Las conversaciones del chat de las madres del colegio iban todas en ese mismo sentido. “Mi hijo va a usar la misma cartuchera”, decía una madre. “Nosotros vamos con el mismo uniforme”, agregaba otra. Alguna contó que chequeó los útiles que estaban dando vueltas en la casa y que se sorprendió ella misma que tenía de todo. “Esos mensajes me hicieron sentir menos culpa. Uno quisiera comprar todo nuevo, pero la verdad es que está muy caro. Y sobre todo me encantó que la idea de reciclar salió de Tomás, quiere decir que entiende la realidad y se adapta”, apunta Viviana.

Las ferias de usados en los colegios

“Este año, lo único que compré son las mochilas. A Tomás, que tiene 11 años, le tenía que comprar sí o sí una con rueditas, porque lleva mucho peso con las tres carpetas y los libros. Y la más chiquita, que empieza prescolar también me pidió una que tuviera carrito. Le expliqué que la suya estaba perfecta, pero como estaba convencida, le propuse que vendiéramos por internet la suya y que compráramos una nueva. Y lo hicimos. Como ellos empiezan la semana que viene, me tuve que apurar. Después, la cartuchera y los útiles, sobreviven. Aunque los lápices estén a la mitad, este año se quedan hasta que se puedan usar”, dice María Lombardi.

También está esperando a que llegue ese mail del colegio de sus hijos, en Belgrano, que invita a los padres a participar de la feria de usados, en la que se pueden comprar uniformes para los chicos. Desde campera, chombas y pantalones. Aquellos chicos que pegaron el estirón o terminaron la primaria con prendas en condiciones, las donan y otros padres las compran. Lo que se recauda se dona a una buena causa, explica María.

Lo que no vale es quedarse sin estrategia para amortiguar el impacto del aumento de casi el 60 por ciento. El año pasado, el gobierno porteño había lanzado dos kits escolares que se vendían a precios económicos en las 31 ferias itinerantes de la ciudad, a entre $340 y $380. Incluía mochila, cuaderno tapa dura, regla, cartuchera, lápiz, goma, sacapuntas, tijera y 12 lápices y la segunda opción, sumaba el kit de geometría. Este año, todavía los kits no llegaron a las ferias porteñas.

Los aumentos de la canasta escolar, confirman en Staples, llegan al 55% en algunos casos. Con ese foco, la cadena lanzó una canasta de “precios súper cuidados”, y aseguran que en ella ofrecen los precios más bajos del mercado, con cartucheras a poco más de $100, sacapuntas a $7, carpetas de tres anillos a $94, entre otros. Otra tendencia aparece en los colegios privados: la compra colectiva, no ya del grado sino del colegio y organizada por la propia institución: “A lgunos colegios privados han decido ocuparse ellos de proveer a todo el alumnado evitando el estrés de los padres, igualando a todos y a precios más convenientes”, detalla Germán Di Carlo, CEO de Staples Argentina.