La canasta centennial: con las apps como consumo básico, cuánto y cómo gastan los adolescentes

Los abonos por música y series “on demand” ya son imprescindibles. Y se les sumaron el delivery y los traslados contratados por plataformas. Cuánto cuesta hoy una salida. Nota: Clarín […]

Los abonos por música y series “on demand” ya son imprescindibles. Y se les sumaron el delivery y los traslados contratados por plataformas. Cuánto cuesta hoy una salida.
Nota: Clarín
19/12/19

Se los conoce como la Generación Z. También como post-millennials o centennials. Están en la adolescencia o en los veintipico, y no conciben el mundo sin conexiones. Planifican, son prácticos y realistas. Con la tecnología como estandarte, sus formas de consumir están atravesadas por la tendencia del review: buscan avales, referencias de sus pares. Y tienen en su vida cotidiana y sus salidas una amplia y particular lista de gastos.

Se trata de compras que, en algunos casos, solventan con sus primeros trabajos; y en otros, financian con ayuda de sus padres. Consumos que, además, de manera creciente, se originan desde sus teléfonos celulares. Así lo confirman especialistas consultados y el testimonio de jóvenes y adolescentes de clase media de diversas edades, que contaron a Clarín cómo y en qué gastan la plata.

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“Con los jóvenes se genera hoy una paradoja. La mayoría no dispone de dinero propio y, al mismo tiempo, el mercado estimula al consumo permanente“, subraya Héctor Polino, fundador y representante legal de Consumidores Libres.

“Mis papás no me dan plata, pero vivo con ellos. Hay cuentas como la prepaga, el teléfono y otras cosas para la casa que nos vamos rotando. Por ejemplo, este mes puse dinero para las vacaciones familiares”, cuenta Carla, de 24 años, a Clarín. En el caso de Marcos Sanguinetti (18), sus padres le dan $ 1.000 por semana para sus gastos. Facundo Ramírez (17), en cambio, directamente acude a su mamá cada vez que precisa efectivo. “Pido lo que necesito para ese día. Si no salgo, no gasto”, asegura.

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A Guido Granata (18) su familia le otorga $ 1.500 por semana para que los administre según sus necesidades, como cargar la SUBE, comprar bebidas y salir. “Si me excedo, no me dan más, salvo en un caso excepcional”, confiesa. A Ignacio Salerno (18), esa situación le incomoda: “El año que viene quiero trabajar para poder manejarme a mi gusto”, señala.

“El empoderamiento es un rasgo que define a la generación Z. Con el smartphone como el centro de sus vidas, el multitasking es un hábito cotidiano que marca cómo se vinculan con el consumo”, explica Mariela Mociulsky, directora general y socia fundadora de la consultora Trendsity.

Delivery para todo

Así, al comprar comida, aplicaciones de delivery como PedidosYa, Glovo y Rappi se destacan entre las preferidas. “Aboné una suscripción mensual de $ 200 para tener envíos gratis. Así que cada vez que tengo hambre o necesito alguna cosa del super, lo uso sin problema”, revela Pilar Iseguelsi (23).

Marcos, sin haber contratado la tarifa plana, sólo hace encargos si ve una promoción, para evitar el costo de la entrega sumado al de la propina, mientras que Guido utiliza estas apps cuando sus padres están de viaje, mayormente para comprar alimentos. “Generalmente -define Carla- pedimos helado, pizza/empanadas o parrilla una vez por semana o cada 15 días. El precio varía entre $ 500 y $ 1.500”.

Si se trata de fast food, el costo para un pedido estándar ronda los $ 350. “En general, no te cobran el envío”, aclara Carla. Tomás, en tanto, explica que la suscripción para envíos gratis le da acceso a promociones especiales dentro de la misma propia aplicación. “El primer envío es gratis y después te regalan $ 1.000. Igualmente, no suelen superar los $ 100. Es muy raro que el traslado corra por mi cuenta”, destaca.

Conectados al entretenimiento

A la hora del entretenimiento, los que ganaron terreno en esta generación, casi hasta volverse imprescindibles, son los servicios de streaming para escuchar música -como Spotify y YouTube Music- y para mirar series y películas -como Netflix, HBOGO y Flow-.

“Amo las series, pago con placer para verlas dónde y cómo quiera. Uso mi tarjeta de crédito para abonar 6 USD por mes por cada una de estas aplicaciones, salvo Spotify, que me cuesta $ 200 mensuales”, confiesa Pilar. La mayoría suele utilizar cuentas con paquetes familiares para abaratar costos: acceden a Netflix por $ 369. Por ejemplo, en la familia de Facundo cada usuario paga $ 99 al mes para acceder a Spotify Premium. Joel también elige Flow, que se ofrece a $ 2.187 por mes y que incluye el acceso al servicio en los dispositivos personales con el combo de cable e internet.

De acá para allá, app de por medio

El traslado es otro de los costos que afrontan, y también las apps se instalaron como intermediarios predilectos. “La tarifa de Uber o Cabify varía conforme a la demanda, el día, el recorrido y el clima; pero usualmente pago entre $ 200 y $ 300 por viaje. Si es más largo, unos $ 500″, le cuenta Marcos a Clarín. Carla emplea Uber sólo si la distancia es importante; caso contrario, prefiere caminar o tomar un colectivo. Para ir desde Mataderos hasta Flores, Joel abona unos $ 120 en horario normal, y hasta $ 300 en horas de alta demanda.

 Te salvan en todo momento, pero los precios no siempre son accesibles. Los destinos cercanos terminan siendo más costosos que los lejanos. A veces, intento abaratar el precio bajando unas cuadras antes de mi destino”, especifica el joven. Para Pilar, viajar desde San Isidro hasta un bar de Capital Federal puede representar $ 400 ida y vuelta. “Suelo tomar el tren porque me resulta más económico”, señala. A Facundo, en cambio, es su madre quien lo lleva de un lugar a otro y se hace cargo de los $ 2.800 casi mensuales que implica cargar la nafta del auto.

El presupuesto de las salidas nocturnas

“Hoy, una salida puede costar entre $ 500 y $ 600; el ingreso a un boliche son $ 300; la entrada al cine (sin promociones) con pochoclo y una bebida, alrededor de $ 700, con diferencias según las ciudades”, explica Polino, de Consumidores Libres. Por ejemplo, Marcos cuenta que gasta $ 700 en una noche. “También elijo juntarme en previas donde sólo necesito $ 200 y puedo tomar tanto fernet con coca como vodka, jugo y cerveza”, asume.

Pero los costos también pueden ser bastante mayores. Según relevó este diario, una salida promedio en un boliche o bar de Capital hoy les cuesta entre $ 1.000 y $ 1.500. Y si el grupo opta por contratar las llamadas “mesas de tragos, situadas en espacios VIP, sus costos oscilan entre $ 5.000 y $ 10.000, según la cantidad de alcohol que deseen consumir. “Para mí, no son negocio”, opina Joel. “Es poco probable que una mujer afronte este costo porque los chicos suelen invitarnos”, agrega Pilar. Ella considera que el gasto siempre depende del tipo de entretenimiento. “Suelo necesitar $ 1.000 entre el costo de Uber, un trago de $ 200 y $ 300 en picar algo”, detalla.

Carla coincide y agrega: “Mi grupo prefiere ir por un poco alcohol, comer afuera o a desayunar estilo brunch. Un plato o dos cervezas más el traslado va de $ 300 a $ 1.000”, subraya. Y Joel explica que, como no todos sus amigos trabajan, ahorran y organizan con tiempo para que sea más accesible: gastan $ 300 por cabeza. Un capítulo aparte merecen las fiestas de egresados. “Es como un boliche, pero sin alcohol. Que sea gratis te da más ganas de ir“, le dice a Clarín un grupo de amigos que está cursando el último año de secundaria. “En una salida de fin de semana podés gastar $ 300 para la previa (1 botella de alcohol), en el boliche $ 1.500 y $ 300 pesos en Uber”, aseguran.

De los juegos online a las flores de Bach

El esparcimiento de los jóvenes demanda múltiples formas de consumo. “Es difícil generalizar porque existen varios perfiles dentro de un segmento etáreo y diferencias por nivel socio-económico”, destacan en la consultora Trendsity.

Carla asegura que pudo proyectar otros gastos cuando empezó a trabajar por su cuenta: entre $ 1.200 y $ 1.600 por mes en terapias alternativas como reiki, meditación o sanación con flores de Bach y $ 800 en el abono de un gimnasio son algunos de los tantos. También, la promo de 2×1 en el cine: $ 300.

Ignacio paga $ 650 por clase de canto y $ 200 en el alquiler de una sala para ensayar con su banda de indie rock FAUX.PAS. “Los domingos juego al fútbol. La cancha está en Pilar y el traslado es caro, pero hacemos una vaquita entre los 16 jugadores: cada uno pone $ 200″, agrega. Por su parte, Facundo señala que tiene una cuota mensual de $ 1.500 en tenis más $ 600 en los torneos donde suele participar una vez al mes.

No hay que perder de vista que se trata de nativos digitales. “La tecnología es central en el punto de venta. Si tienen que comprar offline, la experiencia tiene que ser superadora y brindarles lo que el online no les da: un valor agregado, aprendizaje o espacio lúdico”, subrayan en Trendsity. Por ejemplo, Facundo adquirió el juego de PlayStation FIFA2020 por $ 1.000. La otra mitad la abonó un amigo. También elige la modalidad que ofrece PlayStation Plus para jugar en grupo por un costo de 10 USD durante un mes, con tarjeta de crédito, o 60 US$ los 12 meses. A estos precios, como los de Netflix, Spotify y otros servicios del exterior, se les debe sumar el IVA.

Amigos o familia, la elección de las vacaciones

A los centennials, que crecieron con menos imposiciones y mayores “permisos” para elegir sus planes, las vacaciones les generan debate. Hay quienes siguen yendo con su familia por tradición, como Ignacio, que irá este verano a la costa argentina. Están también quienes eligen ir con sus amigos, como Marcos: “Vamos a Pinamar para pasar un buen rato, me siento más cómodo con ellos”. O como Facundo, que pasará el verano en Pinamar con sus pares del colegio: “Los egresados somos los que nos merecemos un buen descanso para pasar a la siguiente etapa”.

También están quienes optan por las dos formas, como Tomás Costa (15): “En enero voy a ir unos días con mi novia a La Lucila y después, con mis viejos a Costa del Este. Para eso, ahorro durante el año entre lo que me regalan por mi cumpleaños, lo que me dan mis papás por ayudarlos a cortar el pasto o lo que recibo de mis amigos por arreglarles las computadoras”, señala.

Finalmente, están los que renuncian a viajar y prefieren aprovechar el verano para insertarse en el mercado laboral. Es el caso de Joel, a quien le propusieron ir a Mar del Tuyú, pero quiso quedarse en la ciudad para buscar trabajo. Algo fundamental para afrontar, con un ingreso propio y con mayor autonomía, la extensa y cada vez más digital lista de consumos de los centennials.