Derogación del Decreto 17.165. 3090-D-01

PROYECTO DE LEY

El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, etc.

Expediente 3090-D-01

 

Artículo 1º – Derógase el decreto 17.165 del 22/11/38, y retírase de la cabecera del puente la placa recordatoria con la denominación “Puente Presidente Teniente General José Félix Uriburu”.

 

 Art. 2º – Restablécese la denominación del puente “Gobernador Doctor Valentín Alsina” e implántase en la cabecera norte una placa recordatoria de las diversas construcciones de la estructura a partir de su primer emplazamiento.  

 

 Art. 3º – Comuníquese al Poder Ejecutivo.

 

 

Dr. Héctor T. Polino

Diputado Nacional

 

 

F U N D A M E N T O S

 

Señor Presidente:

 

El día 26 de noviembre de 1938, con la presencia del entonces presidente de la Nación doctor Roberto M. Ortiz, del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel A. Fresco, y de otros funcionarios nacionales y provinciales, quedó inaugurado el nuevo puente sobre el antiguo paso de Burgos en el Riachuelo.

 

 La obra venía gestándose desde siete años atrás y su propósito era reemplazar al antiguo puente “Valentín Alsina” ubicado en el mismo lugar. En un principio, la construcción se llamaba “Nuevo Puente Alsina”, pero unos días antes de la inauguración por decreto del Poder Ejecutivo nacional 17.675, pasó a denominarse “Puente Presidente Teniente General José Félix Uriburu”, según lo atestigua también la placa de bronce dedicada por el Centro Naval y el Círculo Militar, que está ubicada en la cabecera de acceso a la Ciudad de Buenos Aires.

 

 La historia completa de las obras sobre el paso de Burgos se remonta a 1855, año en que don Enrique Ochoa construyó el primer puente carretero y que fuera arrastrado por la correntada del río. Al año siguiente, un nuevo intento fallaba por el derrumbe de uno de los pilares intermedios de mampostería. Recién en el tercer intento, en 1859, el puente cobraría una vida útil perdurable. Las características de esta tercera construcción eran de un solo tramo de madera dura firmemente apoyado en las dos cabeceras en ambos lados del río.

 

 El día de la inauguración, a la que concurrieron unos 300 vecinos, se sirvió un asado “con cuero”, a la usanza criolla y a los brindis, don Pedro Ochoa propuso que el puente llevara el nombre del doctor Valentín Alsina, destacado jurisconsulto allí presente, y que tanto había ayudado a la esforzada realización desde su papel de legítimo gobernador de la provincia de Buenos Aires, cargo en su dilatada carrera política al que acababa de renunciar. La propuesta se aprobó por aclamación.

 

  En 1910, luego de 51 años de buenos servicios, el puente fue reemplazado por otro de hierro hasta que finalmente lo reemplazó el puente actual en 1938.

 El diseño de la nueva obra contempló el aumento del tránsito vehicular de pasajeros y carga, consecuencia del crecimiento de la red vial. Esta, que se diseñaba paralela a la red ferroviaria, estimulaba el constante incremento del parque automotor. Ambos incrementos formaban parte de la nueva política en materia de transportes que auspiciaba el gobierno de facto y que continuaron aplicando los posteriores gobiernos surgidos del fraude electoral.

 

 Las dimensiones del nuevo puente se adecuaban, por tanto, a las previsiones; además, la estructura levadiza central posibilitaría en determinados momentos el paso de navíos de regular porte.

 

 Pese a que las administraciones conservadoras llevaron a cabo planes de transporte de vehículos automotores, respondiendo a la estrategia comercial de las multinacionales petroleras, no tiene este proyecto la intención de cuestionar la importancia de la obra, los criterios con que se planeó ni la oportunidad de su construcción. Esto daría lugar a otro tipo de análisis.

 

 Se puede admitir también que el proyecto y la realización del ingeniero José María Páez y sus colaboradores ha sido el correcto. El comportamiento de la estructura pese a las casi seis décadas transcurridas y a la evidente falta de trabajos de mantenimiento es testimonio de su resistencia y operabilidad.

 

 Lo que resulta inaceptable es el homenaje implícito que se impusiera a un presidente surgido de un golpe militar. Homenaje a mi entender absolutamente inmerecido.

 

 Es que la persona del general Uriburu simboliza el inicio de toda una epoca nefasta para nuestro país. Este inusitado reconocimiento, en las puertas mismas de nuestra ciudad capital, al militar que derrocó por primera vez a un gobierno constitucional debería rectificarse. La rectificación es en verdad de tipo oficial, ya que la población ha continuado denominándolo “Puente Alsina”.

 

 Convendría recordar que el grupo de golpistas encabezados por el general Uriburu fue el que introdujo en nuestra sociedad la ideología del fascismo italiano, adaptado y hasta maquillado con una cosmética de nacionalismo, pero que planteaba la irrelevancia de la democracia para la conquista del bien común.

 

 Los conspiradores tenían la intención de invalidar el régimen de los partidos políticos y postular una reforma constitucional de tipo corporativo.

 

 Una vez derrocado el Poder Ejecutivo, Uriburu disolvió el Congreso Nacional al que había pertenecido años atrás, en 1913, como diputado conservador por Salta. Luego fracasó en el intento de abolir la Ley Sáenz Peña. El otro grupo golpista, que respondía al general Agustín P. Justo, propiciaría la salida formalmente democrática aunque de naturaleza fraudulenta, la que finalmente se impuso.

 Así, de esa manera espuria, se maniobró en los dos procesos presidenciales siguientes: el que llevó al propio general Justo a la presidencia y el que consagrara posteriormente al doctor Roberto M. Ortiz. Luego éste intentó tardíamente tomar distancia con sus promotores. No menos fraudulentos resultaron algunos comicios provinciales como los de la provincia de Buenos Aires.  

 

 Este oscuro período que se iniciara con el golpe de Uriburu del 6 de septiembre de 1930, trajo consigo arbitrariedades de todo tipo y la corrupción en el ejercicio del poder.

 

 Este proyecto reproduce la iniciativa presentada el 20 de septiembre de 1994, a la que le correspondió el expediente 3.767-D.-94, y que fuera sancionado por esta Cámara en la sesión del día 7 de diciembre de 1995. En dicha fecha fue remitido a la Cámara de Senadores, no obteniendo sanción definitiva. Al haber perdido estado parlamentario vuelvo a presentarlo. 

 

 Por lo expuesto, en homenaje a las instituciones democráticas y a la memoria colectiva de nuestro pueblo, solicito el tratamiento del presente proyecto de ley.

 

Dr. Héctor T. Polino

Diputado Nacional